Trump permitirá volver a
comerciar con “diamantes de sangre” y otros minerales
El presidente pretende eliminar la
ley que obliga a las empresas de EEUU a no comprar materias primas que
financien a grupos armados en Congo
En su afán por “hacer de nuevo
grande a América”, el presidente estadounidense Donald Trump ha dado un paso
más en eliminar todo aquello que cueste dinero a las empresas de su país,
incluso si, según las organizaciones de derechos humanos, es a costa de vidas
humanas en un lugar lejano: la República Democrática del Congo. Por ello, la
nueva Administración norteamericana ha elaborado un borrador de orden ejecutiva
que acabará con la norma legal que obligaba a las compañías de su país a
controlar el origen de materias primas como el oro, los diamantes, el estaño,
el tungsteno, el cobalto y el tantalio, este último extraído del coltan,
materiales de alto valor añadido pues se utilizan en la industria aeroespacial
y militar, la electrónica, la informática, la telefonía móvil y la alta
joyería.
El objetivo de esta norma, la
disposición 1502 de la ley Dodd-Frank, es que las compañías norteamericanas no
compren los “minerales de conflicto”, también llamados “de sangre”, procedentes
de Congo y sus países vecinos; es decir, aquellos que han servido para
financiar el conflicto bélico en la zona de los Grandes Lagos de África y a los
más de sesenta grupos armados aún activos en el este de la antigua colonia
belga. Sólo entre 1998 y 2007, más de seis millones de personas murieron en el
país africano a causa de dos guerras sucesivas que implicaron a nueve estados
de la región.
En virtud de esta ley, aprobada en
2010 pero que empezó a aplicarse en 2014, las empresas tienen que investigar de
dónde vienen los minerales y declarar si proceden de África central en un
informe anual a la Comisión de Seguridad de las Transacciones (SEC por sus
siglas en inglés), una institución oficial independiente cuyas tareas se pueden
comparar con la Comisión del Mercado de Valores en España, pero que, en este
caso, tiene atribuciones para monitorear la actividad empresarial de las
compañías norteamericanas fuera de las fronteras del país.
En un borrador del decreto firmado
por Trump, obtenido por el diario británico 'The Guardian', el nuevo Gobierno
de EEUU propone la suspensión por dos años de este apartado 1502 de la ley
Dodd-Frank. La suspensión, además, no parece que vaya a ser reversible, toda
vez que el mismo documento anuncia ya que esa disposición será sustituida por
un plan para “atajar las violaciones de derechos humanos y la financiación de
grupos armados en Congo”.
El lobby más poderoso
La medida da satisfacción a un
conservador grupo de presión industrial: la Asociación Nacional de
Manufactureros (NAM), el más antiguo y poderoso lobby industrial de Estados
Unidos que sólo en 2016 empleó casi 8,5 millones de dólares en labores de
cabildeo en Washington. Desde la aprobación de la ley, esta asociación ha
criticado a menudo los elevados costes que la aplicación completa de la
disposición legal para atajar el comercio de minerales de conflicto podría
imponer a las empresas estadounidenses, unos costes que el lobby eleva a entre
9.000 y 16.000 millones de dólares anuales, cifra para muchos sobrevalorada
pues un estudio independiente de la consultoría Elm Associates, encargado por
la Comisión de Seguridad de las Transacciones, consideró que dichos costes no
superarían los 800 millones de dólares, una cantidad que se iría además
reduciendo con el tiempo a medida que las empresas impusieran los mecanismos de
transparencia que exige el punto 1502 de la ley Dodd-Frank.
Si el lobby industrial
norteamericano seguramente ha acogido con alborozo la filtración del borrador
de Trump, las organizaciones de derechos humanos no se han mostrado tan entusiasmadas,
pues temen el impacto que la anulación de la legislación sobre los minerales de
sangre pueda tener en el conflicto congoleño y en las vidas de los habitantes
del país africano. Por ejemplo, Human Rights Watch (HRW) ha advertido de que,
de llegar a aplicarse, esta medida favorecerá un repunte de la actividad
criminal de los grupos armados al amparo del vía libre de Trump a la compra a
ciegas de minerales en Congo y sus países vecinos. HRW ha deplorado también que
la decisión del nuevo presidente norteamericano amenace con dar al traste con
los progresos que esta ley había propiciado en materia de responsabilidad
corporativa y transparencia: “Desde su aplicación [del apartado 1502], grandes
compañías como Apple, Intel, and Tiffany & Co han llevado a cabo esfuerzos
efectivos para adaptarse a la ley. Otras empresas se han felicitado por la
norma legal y asegurado que sus esfuerzos para asegurarse de que sus
transacciones no financian conflictos forman ya parte de su modo de actuar.”
Un “desastre” para los congoleños
Aunque el conflicto bélico en Congo
acabó oficialmente en 2003, la región este del país aún no ha conocido la paz y
sigue presa de una economía de guerra que se ha financiado, entre otros
mecanismos, a través de la explotación de minerales, el contrabando de estos
valiosos recursos con países vecinos como Ruanda y Uganda y la extorsión a
través de impuestos ilegales a los mineros que trabajan de forma artesanal. Los
grupos armados han sido y aún son uno de los principales beneficiarios de esta economía
de guerra que les ha permitido seguir activos y sembrar el terror en una
población sometida a asesinatos, torturas de todo tipo, robos y violencia
sexual. No han sido los únicos, también miembros corruptos de las fuerzas
armadas congoleñas han estado implicados en terribles violaciones de derechos
humanos y en el comercio y explotación ilegal de minerales.
Aunque en términos generales se
considera que la ley Dodd-Frank ha sido pionera en introducir mecanismos de
transparencia en la cadena de aprovisionamiento de las empresas que utilizan
materias primas originarias de Congo, paradójicamente, uno de los argumentos
defendidos en el borrador del decreto de Trump había sido avanzado también por
activistas y expertos en el terreno en Congo, situados en las antípodas
ideológicas del nuevo presidente de Estados Unidos. Este argumento consiste en
señalar que la disposición legal que ahora se quiere eliminar ha tenido
-citando el borrador de la nueva Administración norteamericana- “resultados
inesperados” y no siempre deseables. Uno de esos resultados ha sido que más que
atajar la actividad criminal de los actores armados en Congo –grupos armados,
señores de la guerra y militares descarriados-, quienes han salido perjudicados
por el punto 1502 de la ley Dodd-Frank han sido los pequeños mineros
artesanales.
Estos trabajadores y trabajadoras-
muchas mujeres, incluso embarazadas, y también niños trabajan en el sector
minero- son los primeros que sufren la extorsión y los abusos de los actores
armados. Para colmo, en los últimos años han visto cómo a sus deplorables
condiciones laborales de semiesclavitud, se sumaban unos requisitos draconianos
para que las minas en las que ganan a duras penas su pan recibieran la
consideración de “verdes”; es decir libres de conflicto y de relación con los
grupos armados, frente a aquellas explotaciones mineras consideradas “rojas”;
esto es, controladas por las bandas criminales.
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